Monólogo interno - clases de teatro
En nuestra vida, pensamos continuamente. Cuando alguien nos habla, surge mientras escuchamos un monólogo interior. A veces, por ejemplo, estamos preparando lo que vamos a contestar.
En el teatro malo, vemos que el actor que está escuchando está pasivo, como muerto; y sólo se activa cuando le va a tocar hablar.
Al interpretar tenemos que hacer como en la vida: pensar continuamente, con los pensamientos del personaje. No sólo cuando nos toque hablar, sino también cuando escuchamos. Esto es lo que llamamos el monólogo interior o interno.
Esta sucesión de pensamientos, nos debe ayudar a CONCENTRARNOS en lo que pasa, en el “aquí y ahora” de la escena. Que es lo más importante.
Los actores no tienen confianza en que seguir ese hilo de pensamientos interno sirva para algo. De todas maneras el público no se va a enterar; piensan.
Pero si de verdad hay un monólogo interno, eso se va reflejar de alguna manera en nuestro cuerpo. El público no sabrá exactamente que palabras son las que pasan por nuestra mente. Pero si tendrá la sensación de algo nos sucede por dentro. Y esto ayudará a crear la verdad escénica.
El monólogo interior no debe ser nunca algo fijado de antemano. En cada función, o clase de teatro, ira variando y se enriquecerá en matices, según lo que pase en el “aquí y ahora” de la escena.
Un personaje no es sólo su texto. Sus pensamientos no escritos también forman parte del papel. De ahí que es un error valorar la importancia de un personaje, sólo por la cantidad de texto que tiene.
Un ejercicio muy útil sobre el monólogo interno,que podemos hacer en las clases de teatro, es pronunciar en voz alta todos esos pensamientos, mientras el compañero de escena está diciendo su texto. Una vez que sentimos como ese monólogo nos cambia corporalmente, podemos volver a hacerlo interno.
Pensar en escena del mismo modo que lo hace nuetro personaje es difícil. Llegar a ese punto requiere un proceso, en el que vamos descubriendo cosas del personaje creado por nosotros mismos.
El monólogo interior es especialmente importante en las obras de Chejov, donde a veces los personajes hablan de cosas banales y aparentemente sin importancia, mientras por dentro hay todo un torrente de pensamientos y emociones.
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